Camino
con los nervios a flor de piel hasta el instituto. Cuando llego me quedo quieta
en frente de la puerta de la cafetería. En principio David está ahí dentro,
desayunando con sus amigos. O al menos eso me dijo que hacía.
Suspiro.
“¿Qué haces aquí, Ángela?” Me pregunto en un murmullo, para aclararme las
ideas.
Básicamente,
ayer no fui a la cita. Así que he venido para disculparme por no haberle
avisado. Pero, ¿y si me pide explicaciones? No puedo decirle que una amiga
malagueña me ha abierto los ojos diciendo que tengo miedo de enamorarme. Porque…porque…¡No
tiene sentido! Yo ya estaba enamorada de Jaime. O bueno, me gustaba muchísimo. En
fin, me gustaba.
De
todas formas solo estoy aquí por eso, porque no me gusta dar plantón a la gente
y porque tengo que ser educada y pedirle perdón. Sí. Sin duda es por eso…aunque
eso no explique por qué tengo el corazón desbocado y esté estudiando cada
palabra que le voy a decir, porque no puedo soltarle que le evito porque no
quiero entregarle la capacidad para romperme, para hacerme pedazos. Pero aún así,
no estoy enamorada…¿Verdad?
Sacudo la
cabeza; no saber ni siquiera lo que siento es estresante. ¿Por qué no se deja
odiar? ¿Por qué no podría ser un gilipollas y dejarse olvidar? Simplemente como
los demás. Con 17 años todos los chicos van de chica en chica… ¿Por qué el no?
Claro, su estúpida perfecta sonrisa y sus inútiles ojos verdes no me dejan irme pasado mañana del instituto
y olvidarlo. No. Si se dejase odiar, en dos días no volvería a verle sonreír,
ni mirar como él mira, ni oír el sonido de su risa…La cual resuena en mi
cabeza. Ahora mismo. Es más, estoy oyendo su risa. Cada vez más cerca. ¿Me
estoy volviendo loca? ¿Qué narices…?
-Bueno,
bueno, bueno. ¿Pero qué preciosidad tenemos aquí hoy?- Dice un chico que acaba
de salir de la cafetería refiriéndose a mí. -¿Cómo te llamas, linda?
No sé
por qué, pero su cara me resulta familiar…
Y antes
de poder contestarle, otro chico, el que imagino será amigo suyo, sale de la
cafetería diciendo:
-Marcos,
otra vez no…Nos das vergüenza ajena.
-Ay,
Pablo, cállate. Tú no sabes ligar. –Dice de nuevo Marcos.
-Ah, ¿y
tú sí? –Le suelto mientras otros dos más salen y se ríen de mi comentario que
han alcanzado a oír.
-Bueno,
preciosa. –Continúa Marcos, para mi desesperación- Te he preguntado tu nombre.-
Y al decir eso me rodea los hombros con el brazo y me da un beso en la mejilla.
Bien, es especialista en hacer sentir incómodas a las chicas.
-Án…-Empiezo
a mascullar y me paro en seco al darme cuenta de por qué conozco a estos
chicos. Los amigos de David. El mismo que en este momento está pasando por el
umbral de la puerta. Tan fantástico como siempre. Me mira y no puede evitar un
gesto de sorpresa inmediatamente interrumpido por una de sus sonrisas.
-Ángela.-Dice
él en un susurro.
-Así
que te llamas, Ángela, ¿eh? Precioso nombre, pero no más precioso que tú. Aunque
he de decir que el nombre se ciñe bastante a cómo eres.-Dice estrechándome más
contra él. ¿Pero de dónde ha salido este tío?
Miro a
David en busca de socorro y descubro que se ha puesto tenso.
-Marcos,
haz el favor de soltarle. Es demasiado para ti.- Dice David con tono amigable
pero firme. Al oír el comentario me tiemblan las piernas. ¿Se ha referido a mí,
no? –Además –Continúa diciendo.-Tiene que ayudarme a mirar una cosa de la bici
que me mosquea, dado que ninguno de vosotros tiene ni idea. ¿Os creéis que ha
venido para ver a Marcos?- Y al decir eso, se adelanta y me coge de la mano
para sacarme de la trampa letal de
Marcos.- Vamos, Ángela.- Dice guiñándome un ojo.
David
me conduce afuera, antes de que ninguno de sus amigos pueda añadir algo más.
Vale,
ha llegado el momento. Estoy a solas con David.
“Ángela,
cíñete a lo estrictamente educado.” Aunque sea difícil teniéndole de la mano. Se
me nublan los pensamientos hasta que el sol me hace ciega momentáneamente al
salir del edificio.
-Es…¿Es
así con todas?- Le pregunto, preparando el terreno.
-Contigo
lo ha sido en especial.- Dice serio.- Dice que le atrae que le rechacen; así
que por eso le gustan todas.-Y ahora sí, se asoma en su rostro una sonrisa
traviesa. Y añade:-Supongo que sabes que a mi bici no le ocurre nada, ¿no?
-Lo
suponía.-Respondo sonriendo.- ¿Cómo sabías que quería hablar contigo?
-Bueno,
en verdad no lo sabía. Pero al menos te has dejado secuestrar.
-Pues
gracias por haberme secuestrado.
-Te
secuestraría para siempre.-Dice bajando el tono. Y antes de que yo reaccione
añade:- Y bueno, si es así ¿qué querías decirme?- Dice mirándome a los ojos. Lo
cual me hace sentir pequeña.
-Eh…bueno
sí…-Empiezo a mascullar.-Verás, creo que te diste cuenta de que no acudí ayer a
la…
-Estás
perdonada.-Me interrumpe.
-¿Qué?
-Estabas
perdonada antes de todo esto.
-Creo
que me he perdido.-Digo desconcertada. ¿No se había enfadado?
-Mmm…-Murmura
desviando la mirada.- Digamos que no pensaba rendirme.- Y al ver que no logro
comprender a qué se refiere, me coge de la mano y me guía de nuevo hacia
dentro.-Ya te darás cuenta. Vamos a clase, que llegamos tarde.
Vale,
vale, vale, vale, vale. Tranquila, Ángela. No está molesto, ni enfadado. Esto
ha salido mejor de lo que imaginaba. Esto sí que es manera de terminar el
curso, sí señor.
Llegamos
a clase cuando ya ha sonado el primer timbre. Acudimos, aún dados de la mano, a
nuestros sitios. Yo delante y él detrás.
Como siempre. Pero esta vez marco la diferencia, me giro y le digo:
-Bueno,
estarás ya harto de tener mi pelo delante.-Digo riéndome.
-La
verdad que no. Tú pelo es genial, ¿sabes?
-Mi
pelo es como cualquier otro, David.-Digo, pero sintiéndome halagada.
-Tu
pelo y tú sois especiales.-Dice, y suena el segundo timbre. Le sonrío de oreja
a oreja y él me devuelve el gesto. Me giro para mirar al profesor que entra por
la puerta y veo a Lucía dos filas más adelante. Ésta me mira sonriendo y me
hace gestos de emoción. Conociéndole, estará incluso más emocionada que yo.
Miro al
profesor, le oigo, pero no le escucho. Tengo que concentrarme en resistir las
ganas que tengo de girarme y hablarle. Y es más difícil de lo que parece.
Cuando tu punto débil está detrás, la mayor tentación es girarse.
* * *
Es el
único día que puedo decir que se me ha hecho corto. En el primer recreo David
se fue con sus amigos y yo le expliqué a Lucía lo que había pasado. Se mostró más
que emocionada; la reacción esperada. Y en el segundo recreo nos juntamos
todos, David y sus amigos y Lucía y yo. Y lamentablemente también Marcos, que
siguió flirteando conmigo exageradamente. Y pude percibir que a David no le
gustaba nada que lo hiciera.
Acaba
de tocar el último timbre. Ya no nos mandan deberes, así que esta tarde he
quedado con Lucía. ¡Qué ganas de tener más que 15 minutos para hablar con ella!
Y creo adivinar cual va a ser el tema principal de esta tarde.
Ya fuera,
en la piña que se monta a la salida del instituto, veo que David coge su bici.
-¡Hasta
mañana, David!- Me atrevo a decirle antes de caminar hacia mi casa.
-Hasta
mañana, pelo bonito.-Me dice riéndose. Es un mote más que estúpido pero me río.
Con tal de que se dirija a mí cualquier cosa me valdría.
____________________________________________________________
PD. Siento mucho no haber escrito más durante este tiempo. La verdad es que no tenía tiempo o no sentía ganas de seguir. Y escribir obligada es como mentiros, porque yo comencé con este blog porque amo escribir.
Y bueno, aprovecho para deciros que este capítulo es más pequeño que los anteriores, pero que os preparéis para lo que viene. :) ¡Y QUE ME DEJÉIS ALGÚN COMENTARIO, JO!
Muchísimos besos y muchísimas gracias.
Sandra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario