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lunes, 9 de diciembre de 2013

11º Capítulo: Finales Alternativos.

(Narra David) Ángela va a abrir la puerta mientras yo sirvo las bebidas. Supongo que será el de la pizzería. Mientras espero a que Ángela vuelva me paro a pensar. ¿En serio? ¿La vistes con tu ropa y le das de cenar una pizza? Qué romántico todo…Pero sé que se lo está pasando bien. Cómo para no. Está siendo un juego constante. No tengo ya ninguna duda; le gusto. Y ella está consiguiendo que me guste mucho más de lo que pensaba que me gustaba. Es tan perfecta…Y mi ropa le queda tan, tan, tan bien…

Entra a la cocina con la pizza, yo cojo las bebidas, y nos dirigimos al sofá.

–Bueno, ¿vemos una peli?– Propongo partiendo un trozo de pizza.
–Mmmm…–Dice mientras bebe. –¿Qué película?
–Para estas ocasiones una de miedo está bien…no sé…¿Paranormal Acti..?
–¡¡NO!!– Grita dejándome con la palabra en la boca. –Odio las pelis de miedo. Me…me…dan miedo.

Me la quedo mirando. ¿Me está vacilando? La miro más fijamente y al ver que habla en serio echo la cabeza hacia atrás soltando una carcajada. Ella se cruza de brazos fingiendo indignación.

–¿Sabes que están hechas para eso? –Digo aún entre risas. –Bueno, bueno. Veremos lo que la señorita quiera. ¿Cuál es tu película favorita?
Después de pensarlo un rato en silencio, murmura:
–“Un Paseo para recordar”. –Me mira y suelta una risa que me vuelve loco. –No tienes ni idea, ¿verdad? –Niego con la cabeza. –Es la primera película que me hizo llorar como si no hubiera un mañana.  Es de una pareja, básicamente, y él le demuestra un amor incondicional, por encima de todo. No sé, me transmite mucho. ­­–Me mira, seria, pero con un brillo precioso en sus ojos pardos. –Pero  no creo que sea una buena elección para ver contigo. –Dice levantándose y dejando dos trozos de pizza aún en la caja.

–¿Adónde vas? –Digo con un repentino miedo a que se me vaya de nuevo. Pero la veo subir las escaleras mirándome divertida. Vale, solo va al baño. Me vuelvo a sentar a esperarla. Unos minutos más no son nada comparados con un año.

(Narra Ángela)
Subo al baño dejando abajo a David con una cara de cordero degollado, como cada vez que me separo (por unos minutos) de él. Es tan mono...

Antes de ir al baño voy a la habitación y cojo mi bolso. Después entro en el baño y cierro la puerta detrás de mí. Me miro al espejo. Puf…¿cómo puedo tener a un chico así detrás de mi? Soy lo más corriente del mundo, no destaco en nada. Él tiene unos ojos para hipnotizar, un pelo para perderte, un carácter para enamorar…En fin. Me arreglo un poco el pelo y rebusco en mi bolso un caramelo de menta. Lo encuentro, y me lo meto en la boca. Me pongo un poco más de brillo de labios y me doy por terminada. Si esta noche me besa, tendré que estar preparada. Y sinceramente espero que lo haga.

Bajo las escaleras y veo que David ya no se encuentra en el salón. Habrá subido al otro baño. Recojo la caja de pizza y los vasos de la mesa y los llevo a la cocina. Les friego y les recojo. Vuelvo al salón y me siento en el sofá a esperar a que reaparezca. Tengo los nervios a flor de piel. Miro el reloj; las 12:35. Y yo subí al baño a y 20. ¿Me está dando a entender que no quiere que pase nada o qué?

Me levanto y empiezo a dar vueltas por el salón. Me paro en frente de una balda con muchísimos libros. Saco uno y leo el título:¨Cuando te encuentre.” De Nicholas Sparks. Vaya, nunca pensé que David leyera este tipo de libros. Recuerdo cuando yo lo leí, acabé llorando, cómo no.

Le abro para leer la última página y veo que hay unas hojas con una escritura a mano intercaladas entre las últimas hojas. Las leo con atención y me quedo quieta intentando adivinar de qué se tratan. Frunzo el ceño mientras lo leo.

­–Son finales alternativos. –Dice una voz detrás de mí.
Me doy un susto de muerte. Me giro y descubro a David mirándome intensamente. ¿Me habré metido en algo que no debía?
–Eh…perdón…solo…–Me dispongo a devolver el libro a su sitio, pero antes de hacerlo me supera la curiosidad y le pregunto: –¿Por qué?
Veo cómo se acerca a mí, me coge el libro de entre las manos y lo devuelve a la balda. Coge otros tres, los lleva a la mesa y se sienta en el sofá. Yo voy detrás de él.

–El verano pasado. –Empieza a contarme, recordando, casi dolorosamente. –Cuando tú…cuando tú no me dirigías la palabra, no podía hacer otra cosa más que pensar en ti. –Mierda. Es la primera vez que saca ese tema conmigo presente. Oh no, la noche se arruina. Seré gilipollas. Él prosigue: – Quería que eso parara, así que me dediqué a leer. Leí libros de todo tipo; de miedo, de aventuras, biografías…hasta que llegué a los de amor. Y descubrí que esos eran los que más me llenaban.

>>Los primeros que leí acababan todos bien, hasta que me topé con un libro en el que uno de los dos enamorados moría. No me gustó el final. Esos libros eran los que más me llenaban pero sentí tal vacío por dentro al leer ese…tuve la necesidad de escribir mi propio final.

>>A partir de ahí yo mismo busqué libros con finales trágicos para terminarles yo. –Me da los tres libros de la mesa y veo que uno de ellos es “Romeo y Julieta.”– Puedes comprobarlo, también tienen mi propio final. Y he de decir que a la chica siempre le ponía tu cara.

Miro los libros que me ha dado. En efecto, todos tienen esas páginas al final escritas con su desordenada letra. Me quedo muda. Esto es muy, muy personal. Y me lo está contando. Dios, este chico me encanta.

–Bueno…–Dice él. –Al menos el hecho de ser invisible para ti tuvo sus cosas positivas.
Le miro a los ojos. Fijamente.
–Yo…yo…­–Le cojo de las manos. –Mira, fue un malentendido. Y en estos últimos días me culpo constantemente, porque te hice daño. También me hice daño a mí misma, pero inconscientemente. Trataba de protegerme y acabé matándome. Supongo que ya sabes la historia. Te la habrá contado Lucía, así que no te la repetiré. Veo lo que te he hecho y… –De pronto no puedo seguir. Me doy por vencida. Me levanto. –Mira, es mejor que me vaya.

Doy dos pasos, pero él me agarra del brazo. Me giro bruscamente y me topo con sus ojos a centímetros. Bajo la mirada hasta sus labios, que se abren para susurrarme:
–Ya te has mantenido lejos de mi alcance por demasiado tiempo.

(Narra David)
Y la beso. La beso liberando casi violentamente todo mi amor sobre sus labios. Ella recibe el beso, rodeándome el cuello con los brazos, y nos dejamos llevar. No sé cuánto dura el beso, porque casi llego a perder el conocimiento. Cuánto tiempo esperando esto, esta sensación, y al fin está aquí.

Cuando nos separamos nos quedamos mirándonos mutuamente, apoyados en la frente del otro, respirando entrecortadamente.
–Entonces. –Empieza a murmurar Ángela. –¿Estoy perdonada 100%?
–¿No quedó claro el día que viniste a la cafetería del instituto, cariño? –Me sigue contemplando, exigiendo una respuesta clara. –Pues claro que sí, joder.

Me agacho para cogerla en brazos. La levanto y la beso de nuevo. Ahora que puedo hacerlo no voy a desperdiciar un momento. La llevo a mi habitación sin despegarme de sus labios y nos tumbamos en la cama.

No pasa nada más que besos, abrazos y murmullos. Así que no se cuándo precisamente, pero nos quedamos dormidos, juntos. Y por fin, esta noche, no necesito más que abrir los ojos y verla para soñar, puesto que siempre ha protagonizado mis sueños.