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viernes, 24 de agosto de 2012

5º Capítulo: Un héroe. (D)


Suena el timbre de última hora. Lucía y yo nos levantamos corriendo, recogemos y bajamos las escaleras a la velocidad de la luz. Cuando llegamos a las taquillas jadeando, doblo el papel y la meto en la taquilla 229.
Solo queda que la lea.
Bajamos las escaleras con la misma expresión; una sonrisa. Lucía es una de esas personas que, probablemente, se alegra más de las cosas ajenas que de las propias, por eso está tan ilusionada como yo.
Al llegar abajo cojo la bici y le acompaño hasta la parada del bus.
­–¿Sigues sin querer venir conmigo, no? –Me dice ella, adivinando la respuesta.
–Sí. Si quieres que vayamos juntos a casa, tendrás que comprarte una bicicleta.
–Mmm… –Murmura –.No es mala idea, me lo pensaré –.Se sube al autobús y me despide con la mano.
 No hemos mencionado más sobre el tema de la nota porque ya lo hemos hablado durante todo el día y no nos queda más qué decir.
Entonces empiezo a pedalear. Como siempre, mi corazón necesita pensar en Ángela, pero evito pensar en ella para no ponerme nervioso. Bueno, más de lo que estoy. Aunque resulta casi imposible no pensar en lo que te hace sonreír todos los días, en la razón por la que la ilusión vuelve a florecer en ti. Resulta imposible no pensar en la felicidad; y ella es mi felicidad.
Cuando me quiero dar cuenta, ya estoy bordeando la esquina que me lleva a mi calle; desde luego, Ángela es mi pasatiempo favorito.  Llego a mi casa y al abrir la puerta descubro que, como casi siempre, no hay nadie. Aunque cada vez estoy más acostumbrado a estar solo en casa, ya no tengo miedo a los monstruos del armario y esas cosas.
 Así que voy a la cocina, como, hago los deberes –que hoy son incluso menos que ayer –y entro en mi habitación para prepararme.
Paso media hora probándome cosas, aunque me gusten todas. Más que nada, lo hago para pasar el rato. Al final me quedo con unos pantalones azules y una camisa blanca, de lo más sencillo. Después voy al baño y me peino mi precioso pelo, ( porque otra cosa no, pero mi pelo es precioso. Hay que ser realistas) me lavo los dientes y me miro al espejo; no voy mal. Me quedo mirándome un rato más por puro aburrimiento mientras pienso en por qué seré tan “popular” entre las chicas. Yo me veo de lo más normal a excepción del pelo, que es lo único que destaca en mí. O al menos eso creo…
No pienso más en el tema porque es algo que me resulta imposible de saber, así que me voy del baño y me tiro en el sofá para entretenerme un poco. Y al cabo de un rato miro el reloj: 17:30. La cita es en media hora. ¡Por fin!
Salgo de casa corriendo sin apagar la televisión, aunque no vaya a llegar tarde. Con la mente casi en blanco –a excepción de las misma cosas…bueno, de la misma cosa de siempre –llego al Parque Lluvia.
He elegido este lugar para la cita porque, aunque sea el parque más grande que hay en esta ciudad me parece íntimo, precioso y mágico. Precisamente lo que es Ángela, con respecto a las últimas dos cosas.
Me siento en un banco de la entrada a esperar a la razón de mi sonrisa. Todavía quedan 10 minutos para las 18:00, pero a pesar de saberlo, miro el reloj cada dos segundos: los nervios hacen acto de presencia. Entonces empiezo a pensar en qué haremos. Y más importante, en qué haré yo cuando la vea. Espero no ponerme aún más nervioso y empezar a decir cosas estúpidas…
Miro el reloj de nuevo; las 18:05. Bueno, estará al caer. Me levanto, como preparándome para la llegada.
18:15.
18:25.
18:30.
Vale. ¿Qué está pasando? He empezado a dar vueltas y la gente ya me mira con lástima. Son las 18:30. ¿Por qué no está aquí?
Un sentimiento empieza a recorrerme el cuerpo, dejándome casi sin respiración. En la nota ponía en el Parque Lluvia, aunque no haya dicho en qué parte del parque, pero es que resulta obvio. Esta es la entrada principal. Aunque a lo mejor ha entrado por otra…
Aferrándome a eso empiezo a correr. Subo cuestas, las bajo, giro a izquierda y a derecha, me meto en sitios cerrados, recintos…pero no la encuentro. Doy la vuelta completa al parque tres veces, y esta vez ni a la tercera he vencido…estoy desconcertado.
Me siento de nuevo en el mismo banco de la entrada para respirar un poco.
 En mi mente, solo ronda una pregunta: ¿Por qué?
–¿Mal de amores, chico? –Dice una voz detrás de mí, asustándome.
Me giro y veo a un anciano mirándome. Éste da la vuelta al banco y se sienta al lado mío.
–Bueno… –digo con vergüenza –Se podría decir que sí.
–Especifiquemos; Un plantón, ¿no? –Dice amigablemente.
–En toda regla.
–Te he estado contemplando toda la tarde. Eres grande, chico. –El comentario me pilla por sorpresa y le miro con cara desconcertada. – Créeme. Llevo viniendo a este parque todas las tardes desde hace mucho tiempo, y nunca he presenciado algo así en un jovencito de…
–17, 17 años. –Digo, aún sin entender –Pero ¿a qué se refiere?
–Muchos chicos han venido aquí, han esperado 10 minutos y se han ido. Después han aparecido chicas buscándoles y se han ido con el corazón roto. “Si me quiere, me
buscará” pero si los dos piensan lo mismo, la historia no acaba bien. Nunca acaba bien. –Me quedo callado, asimilando lo que me ha dicho. ¿Adónde quiere llegar? –Tú, sin embargo, has esperado y después la has buscado, sin rendirte. Solo por eso, por el simple hecho de no rendirte, ya eres un héroe.
–¿Yo? ¿Un héroe, yo? La he buscado por desesperación. Pero no ha venido, simplemente ella no me quiere, es algo evidente. Porque si lo hiciera, ¿por qué no ha venido? Esto no es ser un héroe, es ser un estúpido. –Digo agachando la cabeza.
–Hey, nunca digas eso. Enamorarse no es de estúpidos, es de humanos.
Levanto la cabeza de golpe; “enamorarse”. Nunca había valorado esa palabra ni su significado. ¿Qué es enamorarse? ¿No poder vivir sin la otra persona? ¿Sonreír cada vez que piensas en ella? ¿Encontrar adorables hasta sus defectos? ¿Qué te tiemblen las piernas cuando está cerca? Porque si es eso, están enamoradas hasta mis pestañas.
–E…ena…enamorado… –Digo muy despacio con la mirada perdida.
–¡Bravo, chico! ¡Ya has aprendido una nueva palabra! ­–Dice irónicamente, logrando que me ria. –Muchacho, no me sé la historia completa, pero esa chica va a caer en tus brazos, como que me llamo Manuel. Si estás realmente enamorado, el Universo conspirará para darte lo que deseas, y en este caso es ella.
Sonriendo, me levanto y le doy la mano mientras digo:
–Muchísimas gracias, Manuel. Me ha ayudado mucho. ¿Está aquí todas las tardes, no? Vendré a verle cuando necesite consejo.
–O cuando la consigas –Dice con una sonrisa pícara –.Aquí estaré. Para lo que necesites. Ahora vete a casa, que ya es tarde.
–¡Hasta la próxima! –Digo mientras empiezo a correr hacia casa.
No es que sea tan tarde; son las 9:30. Pero necesito correr, para… ¿liberarme? No sé, puede que sea porque estoy excitado. Porque ese señor tiene algo que me ha hecho creerle, a pesar de ser un total desconocido. Aunque no me haya dicho nada importante, me ha dado fuerzas. Fuerzas para seguir. Fuerzas no rendirme. Fuerzas para ser un héroe.
                                                     * * *
En cuanto entro a casa mi madre viene donde mí, sonriente. Estas son las horas que más espero durante el día, porque mi madre y yo no coincidimos, respecto a horarios, por eso aprovecho las noches para hablar con ella, o simplemente estar a su lado. Y lo que más me gusta es que siempre sonríe, aunque esté cansada. Pero la sonrisa que tiene hoy es distinta, es…más brillante, más verdadera, más feliz.
–Mamá, ¿a qué viene esa sonrisaza?
–¡Hijo! ¿A que no adivinas qué ha pasado hoy?
–No sé…dime tú. –Digo mientras me quito las playeras.
–La encargada de las tiendas en la que trabajo… ¡Se ha jubilado! –Dice eufórica.
–Y eso significa que…
–¡¡SOY LA NUEVA ENCARGADA!! ¡Me han ascendido!
–¿Qué? ¿De verdad? ¡¡Eso es genial!! ¿Fuera horarios apretados?
–¡Fuera, del todo! –Dice abrazándome.
Sinceramente se lo merece, lleva muchísimo tiempo dejándose la piel por las tiendas, y el nuevo trabajo de encargada es más llevadero y con algo más de recompensa.
–Me alegra un montón, mamá. Lo tienes merecido. –La digo sonriendo.
El resto de la noche pasa como siempre. Para mi sorpresa no he pensado mucho en Ángela; ese hombre me ha dado confianza. No sé lo que haré, pero conseguiré algo a mi favor. Aún me quedan 3 días, ¿no? En 72 horas se pueden hacer milagros.

A la mañana siguiente me despierto, me visto y me preparo para ir al instituto. Exactamente igual que todas las mañanas. Pero, de repente, se me ocurre la idea de llamar por teléfono a Lucía y contarle lo que me pasó ayer, para mantenerla informada.
–¿Diga? –Contesta Lucía adormilada.
–Lucía, soy David.
–¡¡DAVID!! ¿Qué tal ayer? Menos mal que me llamas por esto, porque me has despertado, te levantas muy pronto, ¿eh?– Dice atropelladamente. Se ve que está despierta del todo.
–Sí, es que desayuno en la cafetería. Bueno, a ver…–empiezo a decir.
–¿Estáis saliendo ya, no? ¿Se lo aclaraste? Qué boni…
–No fue. –Digo interrumpiéndole.
–¿C-cómo?
–Lucía, no se presentó. No fue.
–Oh…David, lo siento mucho. Pensé que funcionaría. A lo mejor no leyó la nota… –Dice, como disculpándose.
–Sí, la tuvo que leer. Pero ¿sabes? No estoy triste. Hablé con un señor y me dio fuerzas. Voy a enamorar a Ángela.
–¿Qué hablaste con un señor? –Dice ella desconcertada.
–Sí, una larga historia. Bueno, solo quería que supieras eso. Te veo luego en el insti, ¿vale?
–Estás loco, David. Venga, hasta luego. –Dice riéndose mientras cuelga el teléfono.
Poso el teléfono, cojo la mochila y bajo hasta encontrar mi bici. Hoy pedaleo rápidamente, he perdido tiempo hablando con Lucía y los chicos tendrán hambre.
Como siempre, llego el último.
–¡Chaval! Hoy has tardado, ¿eh? –Dice Jesús.
–Lo siento. –Digo sin dar más explicaciones. – ¿Qué tienes pensado decirle hoy a Adriana? –Digo, dirigiéndome a Marcos con una sonrisa burlona. –
–¡Por fin! Echaba de menos tu humor, David. –Dice Mario.
–¿Qué? –Pregunto.
–Sí, últimamente estabas un poco…ido. ­­–Aclara Alejandro.
–¿En serio? –Digo incrédulo.
–Si, pero nada, no te preocupes. ¿Vamos? ¡Me muero de hambre! –Dice Pablo.
He estado ido… ¿desde cuándo?  ¿Les he dado de lado todo este tiempo? No lo comprendo…
Entramos a la cafetería revoltosamente. Adriana nos saluda con cariño y nos sentamos en la mesa de siempre. Desayunamos tranquilamente hablando del verano que se aproxima: adónde vamos a ir, qué vamos a hacer juntos, qué fichajes tienen…y en mitad de la conversación, ladeo la cabeza y veo algo que me deja helado. Algo que me riza el vello de emoción. Algo hermoso.
Algo perfecto.


martes, 14 de agosto de 2012

4º Capítulo: Al abrir la taquilla. (A)


No ha servido de nada. Los últimos 12 meses ignorándole no me han servido absolutamente de nada. Pero ¿por qué? Hoy he estado en todas las clases pensando en él, cosa que creía haber logrado evitar. Pero ¿pensar todo el rato en él tiene que significar que me gusta? No, no tiene por qué… ¿Verdad?
Abro la puerta de casa y tiro la mochila. Mi madre tampoco está hoy; esta última semana acostumbra a ir a comer con mi tía a un restaurante para “vivir la vida”. Bueno, la verdad sea dicha, se conforma con poco, porque para mí el concepto de vivir la vida es algo más…bueno, excitante.
Voy directamente a mi habitación. No tengo ganas de comer. Me tiro en la cama y alcanzo el teléfono. Marco el número de Lucía, pero me acuerdo de que está terminando la mudanza y aún no tiene red en su casa. Pero necesito hablar con alguien, tengo que contar lo que me pasa, si sigo sin decírselo a nadie voy explotar.
Ojeo la guía de contactos y me acuerdo de Sara, la hermana de Jaime, mi ex de Málaga. Me llevo genial con ella, es adorable, divertida y además es la persona que mejores consejos da y mejor escucha del mundo. Bueno, al menos de mi mundo.
Marco su número y contesta al tercer toque:
–¿Sí? –Responde cautelosa.
–¡Sara! Soy yo, Ángela –digo emocionada.
–¡Angy! ¡Cuánto hacía que no llamabas! ¿Qué es de tu vida?
–Pues ¿ a que no sabes qué? ¡¡Voy a Málaga en julio!! –Digo eufórica.
–¡No te creo! ¿De verdad? –Dice gritando – ¡Mi hermano se va a poner histérico!

Ups, había olvidado ese detalle. Mi promesa con Jaime, ahora no me veo capaz de cumplirla. Y precisamente he ido a llamar a su hermana…Bien, Ángela, bien.
–Eh…–Empiezo a mascullar –Sí, en cuanto a eso, estoy hecha un lío.
–Ángela, no te agobies –Dice adivinando lo que me pasa –.Además, me imaginaba que no volverías con él, es idiota, ja, ja, ja –.Dice riéndose tranquilamente.
Bueno, es una grata sorpresa ver que no se muestra molesta o traicionada. Pero no sé cómo será la reacción de Jaime…
–No es eso, tonta –digo riéndome también –.Le aprecio mucho, pero creo que ahora no me sería apropiado seguir engañándome. Le quiero pero no así –digo en un intento de explicarme y no parecer una imbécil.
–Mmm…–Murmura –Eso me suena a comedura de coco. A ver, cuéntame, Angy.
Lo hago, se lo cuento todo desde las taquillas hasta lo que siento hoy (que no sabría decir qué es) pasando por mis intentos de quitármelo de la cabeza.
Ella lo escucha todo en silencio y una vez que acabo me dice:
–¿Realmente conoces su versión? Quiero decir, ¿te has molestado en averiguar si de verdad usa a esas chicas? ¿Si no las ha dicho ya que le dejen en paz?
–Pues…–Me quedo pensativa; no, no lo he hecho –.No, pero entonces ¿por qué siguen acosándole?
–¿Eso es culpa de él? –Dice pacientemente.
–No te entiendo. ¿Cómo no va a ser culpa de él?
–A ver, si realmente las usara se liaría cada día con una día e iría provocándolas. ¿Ha buscado él el ser admirado? Ángela, si te gusta un chico le insistes hasta que no puedas más, no lo dejas escapar. Eso tú, yo, la vecina del quinto y el universo entero, ¿o me lo piensas negar?
No, no se lo niego porque tiene toda la razón. Nunca le he visto abrazado a otra chica, o besándose o mirándolas si quiera. Me quedo callada. ¿Qué-he-hecho?
–Adónde yo voy, Ángela, es a que no sabes mucho de él. Te has adelantado a los acontecimientos y creo adivinar por qué –dice soltando una risita.
–He sido…he sido una egoísta, una tonta egoísta, no he pensado en él, solo en mí.
–No, has sido tonta y has perdido a un partidazo. Pero aún sin conocerle, sé que ese chico estaba colado por tus huesos, guapa. Apuesto a que lo ha pasado mal por ti y aún estás a tiempo de recuperarle. No pienses en lo perdido, piensa en lo que puedes ganar.
–¿Sabes? Eres la mejor –me quedo pensativa. Repaso todo lo que me ha dicho y me percato de algo –.Hey, ¿a qué te referías con “te has adelantado a los acontecimientos y creo adivinar por qué”?
–Eso tienes que descubrirlo tú. Dale vueltas, cielo. ¡Hasta otra!
Me cuelga antes de que pueda insistirla. Ni siquiera yo sé por qué y ella sí, esto es increíble.
Me levanto de la cama y me pongo a hacer los deberes para pensar en otra cosa antes de ponerme seriamente a pensar en ello. Antes de dejarle espacio total a David en mi cabeza. Hoy nos han mandado pocos, puesto que queda poco para acabar, pero al menos mato 45 minutos haciéndolos. Cuando los termino recojo toda la mesa y  la mochila y cuando me dirijo a mi habitación oigo que se abre la puerta.
–¡Hola! ¿Ángela? –Dice la voz de Adrián, mi hermano, entrando en casa.
-¡Hombre, hermano! –Le digo y le doy un beso en la mejilla.
Sí, tengo un hermano, pero casi no estoy con él. Se pasa la vida en casa de su mejor amigo Simón, que ya se ha independizado; de cada cinco días, cuatro está allí y uno aquí.
Sin añadir nada más vuelvo a mi cuarto y me dejo caer sobre la suave alfombra. Vale, tengo que empezar a pensar seriamente en David…
–¿Qué pasa, Ángela? –Dice Adrián entrando de repente en mi habitación. Al ver que le miro con cara de sorpresa dice –: Cuando te sientas en la alfombra es que pasa algo, lo haces desde pequeñita, cuando te rompía las muñecas y te ponías triste.
–¿Qué? ¿Tú me rompías las…? Da igual. No, no me pasa nada…solo me quiero…sentar en la alfombra –Intento parecer segura, pero más que una afirmación me sale una pregunta.
–Vale, es un chico.
–Porque tú estés siempre pensando en Andrea no significa que los demás también vivamos enamorados –le contesto bordemente, cosa que no suelo hacer y menos con él. Andrea es su antigua novia, de la cual sigue muy enamorado y está investigando cómo reconquistarla. Pero si hay algo que me encanta de mi hermano es que todo lo ve desde el lado positivo, es de los del vaso medio lleno.
–Ay, Ángela, Ángela…–Dice, murmura algo en bajito y se va.
Y este es mi hermano, como Casper; viene y va y vuelve a aparecer de repente.
Vuelvo a tumbarme, me pongo un cojín para apoyar la cabeza, me acurruco y me muerdo una uña. Cierro los ojos y me quedo pensando profundamente en cómo le conocí, muy profundamente…
                                                         * * *
Me despierto alarmada por el sonido del despertador, miro a mi alrededor confusa. Genial, mi plan de aclararme las ideas fue estupendamente: me quedé dormida en el suelo. Pero ¿qué tengo que aclarar? ¿Qué David me importa mucho más de lo que pensaba? ¿Qué he sido tonta por hacerle daño? (Si es que le ha importado…) No, creo que eso ya está demasiado claro. Ahora en lo que tengo que pensar es en qué hacer…pero ahora no, que no puedo llegar tarde al instituto.
Me levanto, me pongo una falda corta de talle alto y una camiseta olgada  y me voy a desayunar. Al entrar en la cocina otra vez el sol me deslumbra; se ve que nos toca una semana bonita, aunque solo se refiera al tiempo…
Me lavo los dientes, me recojo el pelo en una trenza y me la coloco a un lado. Sin entretenerme más cojo la mochila y salgo en la dirección de siempre.

Doblo la esquina de la calle del insti a las 8:20. Camino a paso ligero y aprieto más el paso cuando ya tengo en mi campo de visión el edificio: tengo muchísimas ganas de verle. Por primera vez me tomo este asunto con alegría, tengo que arreglarlo.
Me aproximo a abrir la puerta y me quedo petrificada: Lucía y David, caminando juntos, riendo, abrazándose…conclusión: ¿qué-está-pasando?
No me da tiempo de reaccionar, salgo corriendo y subo las escaleras, directa hacia clase antes de que me vean y me digan algo. Me quedo quieta en frente de la puerta. No puede ser, Lucía no puede hacerme esto, es mi mejor amiga, no puede estar viéndose con él sin haberme dicho nada. Y aunque me lo hubiera dicho, ¡es él! No puede ser. Me siento traicionada y solo tengo ganas de esconderme y llorar, uno de los efectos secundarios de este veneno. 
Pero a pesar de todo, trago saliva y entro en clase con paso decidido hasta mi silla y al sentarme entran por la puerta, juntos. Él se dirige a su sitio y ella se acerca a mí:
–¡Hola, Ángela! ¿A que no sabes qué? –Me dice como si nada, mientras suena el timbre.
–No es momento para hablar, va a llegar el profesor. Adiós –la digo seca y fríamente invitándola a que se vaya. No tengas ganas de que me lo restriegue por la cara, intentaré evitar esta conversación durante todo el día, si puedo.
Ella se va claramente disgustada y sorprendida y entra en clase el profesor, mal vestido y con barba de tres días. Como siempre.
Apoyo la cabeza en una mano y me paso la clase mirando a Lucía y pensando en que no puede ser posible. Me lo hubiera contado. Ella no es así, no es una mentirosa y una falsa, que es lo que tendría que ser para hacerle esto a tu mejor amiga. No lo es, tengo que hablar con ella, pero… es que tengo miedo de que sea verdad y de que yo lo pase mal. Tengo miedo de que me corroa otra vez la desesperación…así que me paso todas las clases pensando en ellos, y mi conversaciones de hoy con Lucía son simples por mi parte aunque no haya dicho nada, así que sigo sin saber qué era ese “¿A que no sabes qué?”. Pero es que  no tengo un día de hablar; tengo un día de pensar.
Suena el último timbre del día y Lucía y David salen corriendo antes que nadie. Me quedo sin palabras, sin cosas qué pensar y me quedo pasmada en mi sitio mientras empiezo a recoger lentamente. Bajo las escaleras despacio con una lágrima a punto de caer de mis ojos. Así todo y con el esfuerzo de mi corazón me dirijo a las taquillas, pero no se encuentran allí. Una oleada de alivio me recorre el cuerpo. Abro la 229 y dejo los libros. Pero al sacar la chaqueta se resbala un papel y cae haciendo graciosos movimiento hasta el suelo.
Me quedo mirando el papel y por un momento olvido lo que me pasa, olvido todos los problemas que tengo. Las taquillas se van despejando y yo con movimientos muy lentos dejo la mochila en el suelo, me agacho y recojo el papel. Abro la nota y leo:
Parque Lluvia. 18:00. Esta tarde”
Una oleada de recuerdos me viene a la cabeza; entonces, repentinamente le doy la vuelta a la carta y pone: “De David”
Entonces la sonrisa más grande y más sincera de toda mi vida se dibuja en mi cara a la vez que una extraña sensación parecida al miedo me recorre el cuerpo. ¿Qué pasa con Lucía? ¿Por qué mi chico de ojos verdes me manda ahora esto? ¿Qué voy a hacer? ¿Voy o no voy? Todas estas preguntas y más me vienen a la cabeza al cerrar la taquilla y poco a poco me voy alejando.
Llego a mi casa; no hay nadie. ¡Bien! Me voy corriendo a mi cuarto y me pongo a llamar a Lucía, pero no lo coge, tengo que saber por qué de repente están tan amigos y necesito respuestas a todas mis preguntas.
El teléfono suena, suena y suena, pero nadie lo coge. ¿Qué hago? Pienso en llamar a Sara, pero caigo en que el instituto de Málaga tiene distinto horario y aún siguen en clase. Me tengo que enfrentar a mí misma sola.

Una cosa está muy clara; ha descubierto que yo le escribí una nota para una cita cuando pasó…bueno, lo que pasó. Porque sería raro que fuera coincidencia…ajá, ahí es donde ha intervenido Lucía. ¿Será de verdad? No me estarán gastando una broma, ¿no? No lo soportaría…pero es mi mejor amiga: no, no es una broma. ¿Cómo he podido desconfiar de ella de esta manera?  Bueno, ella es inteligente para estas cosas y sabrá lo que yo he pensado, así que no se enfadará conmigo, espero…
Ahora…el tema de la cita. ¿Y si voy y todo va bien? ¿Nos volveríamos la típica pareja monótona y aburrida? ¿Él siente por mí lo mismo que yo? Es que…todavía no tengo claro qué siento…por eso debería ir, ¿no? Pero… ¿y si voy y sale mal? Sería de las mayores decepciones de mi vida, no podría aguantarlo. Tengo una perspectiva de él muy alta…¿pero y si la rompe?
Me paso horas con preguntas así, sometiendo a una balanza los pros y los contras y al final, tras lágrimas y sonrisas me doy cuenta de las palabras de Sara, lo que ella sabía y yo no, lo que parece que siempre me pasa, lo que tenía que averiguar por mí misma. Mi punto débil: Miedo a enamorarme, miedo a que me hagan daño.


sábado, 4 de agosto de 2012

3er Capítulo: La razón del sol. (D)


Cada minuto, cada segundo, cada milésima ella ocupa mis pensamientos. Hoy no he prestado atención a los profesores lo más mínimo. No me la puedo sacar de la cabeza, esto ya resulta inhumano. Además no consigo encontrar la razón por la que me dejó de hablar. No le veo una explicación razonable y estoy seguro de que si se lo pregunto directamente va a ser peor. Me hará más daño.
Suena el timbre de salida. Ni siquiera espero a mis amigos, cojo la mochila, bajo, cojo la bici y me pongo a pedalear. No quiero llegar a casa aún, necesito pensar con claridad, despejarme. Y para eso la bici es lo mejor, es la libertad materializada.
Así que doy un rodeo antes de ir a casa. Vivo al sur, así que me dirijo al norte para dar vueltas y voy a parar a una urbanización que nunca  había visto:
“URBANIZACIÓN LAS ROCAS. ZONA PRIVADA”
Me paro en seco al ver el cartel y al pararme noto algo raro en la bici.. Me bajo de ella. Oh, genial se ha pinchado una rueda, ahora tendré que volver andando, precisamente hoy…Mientras estoy dando la vuelta para volver oigo que alguien me llama:
-¿¡David!? ¿Eres tú?
Me giro; es Lucía, la amiga de Ángela. ¿Qué querrá? No he hablado mucho con ella a pesar de que vamos a la misma clase, pero por lo poco que Ángela me habló de ella, parece ser majísima. La miro mientras ella se va acercando y me dice:
-Hombre, ¿qué haces aquí?
-Nada, estaba dando una vuelta antes de irme a casa y he llegado aquí. ¿Vives en esta urbanización?
-Oh, no, no. Yo no, mi tía. Pero es que estoy durmiendo aquí mientras hacen la mudanza.
-¿Mudanza? ¿Adónde te mudas?
-Mmm….más al sur. A la calle… “Lorca” o algo así…
-¿En serio? ¡Yo vivo allí! ¿A qué número vas?
-¿De verdad? Pues…creo que al 65. ¿Tú en cual estás?
-En el 63, ¡la casa del al lado! ¿Cuándo terminas la mudanza?
-Hoy mismo. Ahora precisamente iba a ir para ayudar a subir las últimas cajas y ya me quedo allí. En idas y venidas estos últimos días me he gastado más dinero en autobuses del que me he gastado en mi vida.
-Ah, bueno. Pues nos vemos allí más tarde.
-Venga anda, ven conmigo en bus, que me aburro mucho sola…
0-Es que no tengo dinero, encima he pinchado, así que voy andando.
-¿Me vacilas? Anda venga, que te invito yo, por un ticket más no me voy a arruinar.
-Pero…
-Chst -me pone en dedo en la boca para mandarme callar-.Vienes conmigo y punto.
–Pues…- la aparto el dedo de mis labios- te lo agradezco mucho, de verdad. Me has salvado –Me río-. No me apetecía ir andando con el hambre que tengo.
Lo que me contó Ángela de Lucía no la hacía justicia. Es mucho más divertida, mucho más simpática y mucho más adorable de lo que me había dicho. Me habla como si me conociera desde siempre y no como las demás, las que son mis “admiradoras” que me miran como si me pudiesen…comer.
Llegamos a la parada y en 2 minutos el autobús ya está aquí. Entramos y nos dirigimos a la parte de atrás. A estas horas no suele estar muy lleno y hay bastantes asientos vacíos. En cuanto nos sentamos, Lucía me dice:
–Bueno, ahora cuéntame algo de ti. ¿Con cuál de esas chicas vas a salir?
La miro con recelo.
–¿A qué chicas te refieres?
–Oh, vamos. No te hagas el tonto, ¡las de las notitas en tu taquilla!
–Ah, esas…-La sonrío- Son anónimas, no sé quien las escribe. Por lo tanto a lo mejor alguna de ellas la has escrito tú. –Digo mientras enarco una ceja.
Ella se rie y dice:
–Oh, David. Me has pillado, yo era la que te decía que eres muy guapo y sueño contigo todas las noches –Se pone una mano en el pecho- Que se note el sarcasmo.
–Pues, no te lo creas pero lo de que sueñan conmigo me lo ponen.
–Oh, venga ya.
–¿No me crees? ¡Lo dicen, de verdad! Ya te enseñaré alguna.
Se ríe.
–Bueno, no me has contestado. ¿Con cuál de ellas vas a salir?
–Con ninguna. Son tontas.
–Ajá, por eso y porque no tienes suficientes ojos con los que mirar a Ángela, ¿verdad?
La miro bruscamente e intento disimular el asombro que se percibe en mi cara.
–¿Perdón? –Intento decir lo más indiferente posible –. No sé de qué me hablas.
–¿Me niegas que estás locamente enamorado de Ángela?
Bajo la cabeza para esconder la sonrisa que me produce pensar en ella. Una sonrisa que me delataría.
–David, no hace falta que disimules, sé que te encanta.
Suspiro. Me rindo.
–Pero ¿cómo lo sabes? No se lo he contado ni a mis mejores amigos. Se…¿Se nota mucho? –Pregunto ansioso.
–No, la verdad es que lo sabes disimular bastante bien y no creo que nadie más lo sepa. Pero es que yo tengo un don para estas cosas, lo noto al instante. Y tú, cariño, estás perdidamente enamorado de ella. Cosa que no me extraña, porque es casi perfecta, por eso es mi mejor amiga, solo me junto con los mejores –Dice mientras se ríe.
Su mejor amiga, estoy con la mejor amiga de mi obsesión. Es lo más cerca que he estado de Ángela desde…bueno, desde que dejé de estarlo.
Un momento, estoy con la mejor amiga de Ángela y las mejores amigas se cuentan todo, ¿no? ¡Se cuentan todo! Así que lo tiene que saber, tiene que saber por qué me ignora, lo sabe, tiene que saberlo, ¿no? Sí, lo sabe, estoy seguro de que lo sabe, si fuera mi mejor amiga querría que lo supiera, LO SABE.
–Oye, Lucía. ¿Acaso Ángela…?
–¡Hey, que esta es la parada! Anda, vamos. –Dice interrumpiéndome mientras se levanta.
Me coje de la mano y me arrastra hasta la salida, nos bajamos de autobús. Me encanta este autobús, me deja justo en frente de mi casa, por lo tanto también deja a Lucía en frente de la suya. Aunque yo nunca vaya en bus, prefiero mil veces antes la bici.
–Oye, David. ¿Después nos vemos? –Dice Lucía alegremente.
–¡Sí! Pásate por mi casa a las 5:30. Mi madre estará trabajando y mi padre trabaja fuera, solo viene los fines de semana. Así que luego nos vemos, ¿vale?
Nos despedimos con una sonrisa y nos dirigimos cada uno a su casa. En una situación normal, me incomodaría bastante quedar con una chica con la que acabo de mantener una conversación, pero Lucía es genial, me cayó bien en el momento en que la vi, aunque nunca hemos sido amigos. Pero creo que ahora podremos serlo. Además, no he podido preguntarla por qué Ángela dejó de hablarme y así lo haré esta tarde.
Por fin entiendo el significado del sol de esta mañana; hoy haré una  pequeña pero importante investigación, la investigación para enamorar a la chica de mi vida.
Abro la puerta. Como me esperaba; mi madre no está en casa. Es dependienta de una tienda de marca y no cierran al mediodía. Así que ella pasa allí la mañana y otra hace el turno de tarde. Pero a veces su compañera llega antes y la deja irse para comer en casa, aunque no suele pasar.
Me dirijo a la cocina, caliento la comida y como rápidamente. Después hago los pocos deberes que me han puesto por ser final de curso y enciendo el ordenador. Pero me aburro en seguida y le apago. Miro el reloj: las 5. Queda media hora para que llegue Lucía, así que voy al baño, me lavo los dientes, me peino y me cambio de ropa, aunque no me haga falta.
En cuanto me pongo la camisa llaman a la puerta y voy corriendo a abrirla.
–¡Hola, David! –Dice Lucía mientras entra a la casa.
–Hombre, has llegado un poco antes, ¿no? –Digo mirando el reloj; son las 5:20.
–Sí, es que me aburría y me he acercado antes –Me mira con una expresión de sorpresa. –Aunque veo que a ti no te ha dado tiempo. –La miro interrogante y ve que no comprendo lo que dice –¿Sueles recibir a todos tus invitados con la camisa desabrochada?
Me miro la camisa y sí, está totalmente desabrochada.
–Sí, bueno…–Digo atándomela –Es una manera…sexy de recibir invitados, ¿no crees?
–Ajá, me he derretido –dice ella sarcásticamente. –Bueno, y ¿qué hacemos?
–No sé, de momento…ven, vamos al salón y, no sé, hablamos.
Cuanto antes se lo pregunte mejor, necesito saberlo.
Nos dirigimos al salón y nos sentamos en el sofá. Mi salón es grande, la habitación más grande de mi casa, que en sí ya es vasta.
–Bueno, pues pregúntame lo que ya se que me vas a preguntar y salimos a dar un paseo, ¿vale? –Dice Lucía en cuanto se sienta.
La miro perplejo.¿Cómo sabe lo que la voy a decir? ¿Es adivina? ¿Me lee la mente?
–¿Co-Cómo sabes…?– Empiezo a mascullar.
–Soy inteligente, chico. A ver, como deduzco que tu pregunta es “¿Por qué no me habla mi preciosa Ángela?” te contesto: No debería responderte, pero me caes bien y sé lo que es bueno para mi mejor amiga. ¿Recuerdas el día que os acompañasteis a las taquillas, no?
–Por supuesto, tengo pesadillas con eso todas las noches…
–Bien, las notitas esas. Las tiraste, ¿verdad?
–Claro, quería que supiera que la que me gustaba era ella, no las estúpidas…
–David, una de esas notas era de ella. –Me interrumpe Lucía.
–¡¿QUÉ?! Creía que lo que la molestaba era que me acosaran esas niñas y ella…
–¡Déjame hablar a mí, pesado! –Grita haciéndome callar –Qué nervios, por favor… A ver, no ponía lo que en las demás pone. Ponía un sitio y una hora para que quedaseis fuera del instituto. Y tú, que eres un genio, tiraste todas las notas.
–Pero antes de que las tirara ella ya estaba con cara de flipe. –Digo yo recordando.
–Esa cara de flipe era porque pensó que usabas a esas chicas, que las tenías detrás de ti haciendo cola a posta. Y se sintió también usada. Y lo aseguró al ver que tú no la explicabas lo ocurrido.
–No se lo explicaba porque tenía miedo…
–Lo sé, y en el fondo, ella también lo sabe. Estaba loca por ti, David, y aunque ahora lo niegue e intente sacarte de la cabeza, lo sigue estando. Se la nota a la legua.
Trago saliva asimilando sus palabras. Ángela…¿Estaba enamorada de mí? Una increíble sensación de felicidad me invade el cuerpo. Me levanto y empiezo a dar saltos como un estúpido.
Lucía me mira divertida.
–Pareces tus admiradoras al ver que has leído su papel –Dice sonriente –. Me alegro de que estés tan feliz, pero tendrás que hacer algo antes de perderla del todo, ¿no? Vi tu reacción en clase cuando te diste cuenta de que quedaban 5 días para perderla de vista. Mi plan de que me oyeses decírselo a Ángela salió bien. ¿Me oíste, no?
Paro de saltar, miro a Lucía y me vuelvo a sentar a su lado sorprendido:
–¿Lo dijiste en ese momento para que yo me diese cuenta?
–¡Premio al chico de los ojos verdes! Espero haberte ayudado, lo llevaba planeando tiempo, hacéis una pareja tan boni…
No la dejo terminar la frase. La abrazo con todas mis fuerzas. Gracias a ella, todo esto ha sido gracias a ella…No hay forma de agradecérselo.
–David…me…espachurras…–Dice con dificultad, aún entre mis brazos.
–Perdón –la suelto –. Es que no me lo creo. ¡Lo hiciste para que te oyera! Eres la mejor, desde luego. Es algo indiscutible.
–Vale, tranquilo –Dice riéndose –. Solo he hecho lo que debía. Ahora, ¿me vas a decir qué plan tienes para enamorarla?
Me echo contra el respaldo del sofá para pensar. ¿Qué puedo hacer? Hablarla de repente sería muy poco sorprendente. Tengo que hacer algo que la saque una estupenda sonrisa. Sino seguiré siendo el chico que, al tirar unas notas a la basura, tiró también la oportunidad de estar con la chica más maravillosa del mundo. Solo por las notitas… estúpidos papeles…Pero, ¿por qué me dejó la nota? ¿Por qué no simplemente me lo dijo? Es lo que hace todo el mundo, pero claro, si hubiera leído esa nota hubiera sido el chico más feliz de La Tierra porque es algo inesperado, sorprendente…justo lo que busco. Entonces me levanto del sofá y grito:
–¡Ya lo tengo! Lucía, Lucía, Lucía, ¡levanta! Tienes que ayudarme.
–¡Vale! ¡Ya voy! –Dice levantándose perezosamente –¿Me vas a decir qué has pensado?
–¡Sí! A ver, ella me dejó una nota, ¿no? Si yo hago lo mismo se dará cuenta de que lo hice sin querer, le daré…un doble sentido.
–¿Vas a dejarle una nota para veros en su taquilla? –Se queda quieta, mientras lo medita. Entonces poco a poco se la dibuja una sonrisa en la cara. –Y yo que pensaba que eras tonto.
Sonrío de éxtasis de felicidad. Al fin, al fin tengo una oportunidad. Por fin tengo un destino, que ahora mismo se reduce a un número: 229.