¿Habéis
tenido alguna vez las ganas de gritar de alegría? ¿Sentir una especie de
euforia inyectada en vena? ¿Que notes cómo la tensión se hunde, dando paso a
una sensación de felicidad? Eso es lo que provoca tener de nuevo cerca de la
persona más bonita del planeta. Y ya si la encuentras sonriendo, es eso
multiplicado por 10.
Cuando
la vi esta mañana, cuando la tuve delante, cuando hablé con ella como al
principio hacíamos…No consigo saber por qué lo ha hecho, qué la ha impulsado a venir
esta mañana y no ayer a la cita. Pero no me importa. Me importa que lo ha
hecho. Y que tengo posibilidades de que sienta algo por mí, tal y como me dijo
Lucía.
Cojo la
bici tras despedirme de ella llamándole “Pelo bonito”, refiriéndome a una
conversación que tuvimos esta mañana. La verdad es que habrá pensado que soy
patético, pero me vale con que piense en mí. Hoy me ha hablado. Me ha sonreído.
Me ha hecho reír…¿Tenéis la menor idea de cuánto tiempo he esperado este
momento? Estoy viviendo un sueño. Bueno, más que eso. Debería haber un término
que especifique cuando un sueño es perfecto. Cuando es malo se denomina
“pesadilla”, ¿por qué no se pone uno para cuando es bueno? Aunque, pensándolo
bien, esos sueños suelen tener nombres de personas. En mi caso; Ángela.
Me subo
a la bici cuando Jesús y Mario se me acercan:
–¡Rompe
corazones! –Me “saluda” Mario. –¿Qué te traes con Angelita?
–¿Qué? –Respondo
sorprendido.
–Venga,
David. –Alejandro baja un poco la voz, inclinándose más hacia mí. –A Marcos le
has despistado, principalmente porque es estúpido, pero nosotros no nos lo
tragamos. –¿Desde cuándo te gusta, colega? –Inquiere Mario.
Vale,
me he perdido, ¿desde cuándo mis amigos son así de espabilados? Bueno, hoy no
me he preocupado en que no se notase lo que siento por Ángela, así que les debo
una explicación.
–Tíos,
esta tarde nos vemos y os lo cuento.- Les contesto. –A las 5 donde siempre,
¿vale?
Me
despido ellos y empiezo a pedalear. “Donde siempre” es una pequeña plaza
rodeada de grandes árboles, con una mediocre fuente en medio y cuatro bancos
rodeándola. La plaza pasa desapercibida, muy desapercibida. De hecho casi
nunca, por no decir nunca, hay nadie allí. Excepto nosotros. Es como nuestro
rincón secreto. La mayoría de las veces nos vemos allí todos y después
decidimos dónde ir. Pero en situaciones como estas, actúa como nuestro lugar de
reflexión, consejo y consuelo. No llevamos a nadie allí a no ser que realmente
sea alguien muy especial. Igual de importante que nuestro escondite.
Llego a
casa pasados 15 minutos. Mi madre no está. La han ascendido pero el nuevo
contrato empieza en julio. Así que hago lo de siempre: Como y me tiro en el
sofá. En otras ocasiones haría deberes pero no tengo. Así que me quedo ahí
hasta que llega la hora de irme a la plaza.
Cuando abro
la puerta para salir, veo a Lucía con la mano en el timbre.
-Lucía,
¿qué haces aquí?- Le digo saliendo por completo y cerrando a mis espaldas.
Percibo
como en su cara se dibuja una enorme sonrisa. Y creo adivinar cual es el motivo.
-¡¡¡¡¡DAVID!!!!!-Grita,
salta y me abraza.-¡Ay, que lo has conseguido!
-¿Qué
he conseguido el qué?-Le pregunto con dificultad debido a su asfixiante abrazo.
-¿Pero
tú eres tonto? ¿Qué va a ser? ¡Ángela, trabado!
-Ah.-Asiento
con la cabeza.- ¿Pero se puede saber qué he conseguido?- Pregunto
intentando disimular el efecto que el ‘Tema Ángela’ provoca en mí.
-Pues
ganártela, chico. ¿No habéis estado todo el día de parejita feliz?-
-Oh,
eso.-Digo después de soltar una carcajada.- Fue ella la que se presentó en la
cafetería esta mañana para disculparse por no acudir ayer a la cita.-Digo, y me
encojo de hombros.- Me lo ha puesto bastante fácil.
-¿Ah,
sí? No me ha contado nada de eso…bueno, esta tarde hemos quedado así que ya
hablaré con ella.-Mira el reloj.- Y hablando de eso, me tengo que ir que llego
tarde. ¡Hasta mañana, enamorado!
La hago
un gesto con la mano puesto que no me da tiempo de decirle nada. Si no fuera
porque la veo todos los días sentada en clase sin moverse, diría que esta chica
es hiperactiva. No para quieta. Es increíble la energía que tiene.
Como
siempre, cojo la bici y pedaleo hasta la plaza y llego en unos 20 minutos.
Cuando llego me doy cuenta de que están allí los 5, no solo Alex y Mario.
-Ya era
hora, chaval.- Me dice Pablo. Miro y reloj y veo que llego algo tarde.
-Lo
siento.- Digo mientras me desmonto de la bici.- Es que me entretuvo Lucía al
salir de casa.
-Ah,
que no solo es Ángela.- Bromea Jesús gesticulando.- ¿¡También Lucía!? ¡Pero
déjale algo al pobre Marcos!- Todos nos reímos de su comentario excepto Marcos,
que se cruza de brazos y desvía la mirada.
-Bueno
-Dice Mario dejando de reír al ver la expresión de Marcos.-, empieza a
contarnos tu historia de amor.- Dice, algo sarcástico.
-Vale.-
Respiro hondo, y me siento en el bordillo de la fuente, en frente de ellos.-
¿Os acordáis de qué estabais haciendo el 24 de enero a las 9:45 de la mañana?
Al oír
esto, se miran desconcertados sin saber a qué viene el comentario. Me indican
que no con la cabeza.
-Bien.-
Continúo.- Yo estaba conociendo a la chica de mis sueños.
Dicho
eso, proseguí con mi historia. Les conté todo lo que había pasado y cómo me
había sentido en cada momento. Desde ese día en las taquillas, hasta esta
mañana en clase, pasando por aquel interminable verano sin ella.
Nunca
me habría visto en aquella situación, contándoles mis sentimientos a mis
amigos. Sonaba estúpido y cursi, pero sabía que ellos, de alguna manera, me
entendían. Bueno, todos menos Marcos, que miraba para otro lado y fingía
desinterés cuando realmente estaba escuchándome con atención.
Esto me
hace recordar el numerito de esta mañana. Cuando Marcos está con una chica
resulta patético, pero con Ángela hoy fue demasiado. Nunca le había oído soltar
semejantes estupideces a una chica. O, al menos, nunca me habían causado ese
efecto.
Sin
darle importancia al asunto, termino mi relato y espero a obtener una respuesta.
Aunque todos se han quedado callados, es Alex quien rompe el silencio:
-Tío…si
realmente has sentido y te ha pasado todo eso con 17 años…
-…Es
amor de verdad.- Dice Jesús terminando la frase. Sonrío al ver que piensan eso
y que me apoyan.
-Pues a
mí me parecen mariconadas.- Suelta Marcos levantándose.
Le miro
incrédulo. ¿Lo he oído bien? No puede ser que haya dicho eso. Le contemplo intentando hallar algo que me
indique que se trata de una broma, pero no lo hay. Miro a los demás y veo que
su reacción es la misma.
-Hey,
tío. Te calmas antes de decir gilipolleces. -Dice Pablo, levantándose del banco
también y mirando fijamente a Marcos. A lo que este se encoje de hombros y
dice:
-Es
solo un capricho. Ángela le parece mona y la quiere añadir a su lista de notitas
tontas de la taquilla, ¿verdad, David? Es para lo que quieres a las chicas.
Para sentirte superior teniéndolas de admiradoras e ignorándolas. Creyéndote
inalcanzable.
Me
pongo tenso. Abro la boca para responderle, pero no me salen las palabras. ¿Qué
está diciendo? Eso no tiene ni pies ni cabeza. Él sabe que no soy así. ¿Qué le
pasa a mi amigo?
-Eso
sí.- Continúa Marcos esbozando una sonrisa divertida.- Estará buena, pero me da
que tonta es un rato.- Entonces reacciono. Doy tres grandes pasos hasta donde
está él y me planto delante consiguiendo que dé un paso hacia atrás y se
estremezca. Le tiembla el labio, pero
mantiene la sonrisa para aparentar.
No sé
por qué ha dicho eso, no sé qué le he hecho, no sé qué le pasa, pero no tiene
razones ni motivos para decir cosas que sabe que no son verdad. Para acusarme
de cosas que les he explicado mil veces que no hago. Y muchísimo menos, de
faltarle al respeto a ella.
Me
acerco a él despacio. Noto cómo mis músculos se ponen en tensión y el sudor baja por mi frente.
-Repite
eso.- Le digo muy lentamente, para que el mensaje se le quede grabado.- Y te
juro que te hundo.
Jesús,
Pablo, Mario y Alex se levantan y nos separan. La situación ha girado en un
sentido inesperado.
-¡Paraos
quietos!- Grita Mario.- Tú –dice señalando a Marcos-, ¿qué narices te estás
inventando ahora? ¿Qué maldita mosca te ha picado para tratar así a tu amigo?
-Y tú
–Dice Alex mirándome a mí –Dime que no pensabas pegarle.
-No lo
haría nunca.- Respondo, totalmente de
verdad.
Pero
justo antes de largarse, como si no hubiera tenido suficiente, Marcos me señala
y su cara se vuelve fría, aunque no consigo entender la expresión de sus ojos.
-Con 17
años no se está enamorado.